Martinica, el paraíso de las mil playas
Martinica es sin duda la más apacible y florida de las Antillas. En su corazón, alberga un enorme jardín en el que los colibrís liban flores exóticas. En su litoral caribeño, se suceden las playas con miles de palmerales plantados en mitad de la fina arena. Viajamos a una isla de vida apacible y espacios verdes protegidos.
Una colección de playas de ensueño
Martinica es un destino de costa de primer orden. En el sur, las playas de tonos dorados y turquesas ofrecen un decorado digno de postal, mientras que, en el norte, son negras y desapacibles, fruto de la actividad volcánica. En el este, islotes salvajes invitan a los robinsones a escapar, mientras que, en el oeste, las tortugas marinas acuden a pacer a las grandes praderas de algas. Independientemente de que queráis perderos en entornos salvajes o sacar la foto perfecta, en esta isla encontraréis la playa de vuestros sueños.
Para realizar largas sesiones de footing: el Diamante
La playa del Diamante, la más grande de la isla, bordea una bahía de siete kilómetros de longitud que se abre hacia la roca otrora refugio de piratas que da nombre al arenal. Los corredores se congregan aquí a primera hora de la mañana para hacer footing con los pies en el agua. Perfectamente acondicionada, esta preciosa playa hará las delicias de toda la familia.
Para tomar la foto perfecta: la Grande Anse des Salines
Esta playa de arena fina y palmeras inclinadas sobre las olas es para muchos la más bella de Martinica. En medio de un ambiente acogedor, vendedores ambulantes de lambis (grandes moluscos típicos del Caribe) y telas criollas se entremezclan con las familias que vienen a disfrutar de las aguas tranquilas y poco profundas.
Para ponerse en la piel de Robinson Crusoe: dos islotes secretos
En el sur y este de Martinica, pedacitos de tierra que se separaron de la isla principal forman hoy en día pequeños países secretos que aguardan a ser explorados. De toda esta miríada de islotes, merece la pena que nos detengamos en dos de ellos.
El islote Chevalier cautiva por su asombrosa vegetación: un bosque de cactus candelabros que emerge del bosque tropical y le confiere a esta escapada caribeña un toque del Lejano Oeste. Destaca también su playa de aguas turquesas y excepcionalmente cristalinas.
Cómo llegar: estacionad en el embarcadero del cabo Chevalier y acercaos a uno de los numerosos pescadores a bordo de barcas de colores. Este os ofrecerá llevaros y traeros por unos cuatro euros.
Thierry es el más bello de los islotes de Le François, en la parte oriental de la isla. Una escala de azules oscuros tiñe esta zona de fondos claros y poco profundos, situada a dos pasos de la célebre Bañera de Josefina, un banco de arena en pleno océano turquesa.
Para ver tortugas marinas: Les Anses d’Arlet
Las dos playas de Les Anses d’Arlet, Dufour y Noire, son para muchos los mejores lugares de Martinica para practicar esnórquel. ¡No os olvidéis de las gafas ni del tubo de buceo! A dos pasos de la orilla, descubrimos bancos de peces multicolores y erizos de mar de un rojo intenso. Sin embargo, a los más pacientes les aguarda un premio aún mayor: la posibilidad de ver tortugas marinas. Sus grandes praderas de algas tiernas convierten a Les Anses d’Arlet en el restaurante preferido de estas maravillosas criaturas. Tendréis que levantaros temprano y encomendaros a la suerte. Eso sí, una vez que las tortugas hacen acto de presencia, el espectáculo es prodigioso.
Para los más aventureros: las playas de arena negra del norte
Las laderas negras del monte Pelée ocupan la parte septentrional de Martinica, caracterizada por sus abruptos acantilados y su terreno de roca basáltica. Las playas del norte no son precisamente las más aptas para el baño: aquí, las olas y las corrientes del Atlántico suponen un peligro para cualquier imprudente que se adentre en el agua.
La playa de Anse Couleuvre se revela en un entorno de vegetación exuberante que transmite una sensación de soledad salvaje y virgen. A veinte kilómetros de allí, se alzan los abruptos precipicios de Grand Rivière, el «fin del mundo» martiniqués. El sendero que une ambos puntos, aunque exigente y agotador, se considera uno de los más bellos de las Antillas y nos ofrece un decorado digno de Parque Jurásico.
Nuestras recomendaciones
Cocina auténtica, espás de lujo y jardines mágicos: estas son nuestras recomendaciones para disfrutar al máximo de la escapada a Martinica.
Reponer fuerzas en un espá
Le Cap Est Lagoon Resort & Spa es una institución del bienestar en la isla. Su espá Cinq Mondes se considera el más lujoso y selecto de Martinica. Su amplia carta, que fusiona influencias criollas con clásicos de todo el mundo, satisfará todas vuestras necesidades, independientemente de que busquéis un tratamiento de rejuvenecimiento, de adelgazamiento o simplemente de bienestar.
Le Cap Est es también un hotel de cuatro estrellas de ambiente relajado y marino, con una amplia piscina, una pequeña playa y un embarcadero que invita a soñar. Su amplio espacio de fitness hará las delicias de los más deportistas.
Para aquellos que busquen relejarse en la más profunda tradición criolla, el espá Jouanacaera es el lugar indicado. Rodeado de un florido jardín, este espá ofrece tratamientos de profundas raíces caribeñas y circuitos de aquafitness y aquabike en su enorme piscina, ubicada en el corazón mismo del complejo.
Comer con los pies en el agua
De todos los restaurantes martiniqueses situados junto al mar, el Ti’Sable, al norte de Les Anses d’Arlet, es sin duda el más fotogénico. Este establecimiento, ubicado en una playa privada flanqueada por cocoteros, nos propone comer en mesas fabricadas —a imagen y semejanza de los veleros—íntegramente con maderos viejos y sábanas blancas batidas por el viento, con el horizonte marino de fondo. Destacan sus enormes ensaladas y su marisco.
La Dunette, en Sainte-Anne, es el mejor lugar para disfrutar de la puesta de sol en un ambiente acogedor. Además de poder disfrutar de un cóctel en un embarcadero-chiringuito de estética polinesia, el servicio de noche nos propone degustar pescados y mariscos rodeados de una preciosa decoración.
Una comida auténticamente criolla
Aquellos que deseen explorar los sabores originales de Martinica deben darse una vuelta por el Habitation Céron, ubicado en el extremo norte de la isla, junto a los bejucos de la playa Anse Couleuvre. En este enorme jardín que aloja árboles centenarios, los dueños de este establecimiento crían cangrejos de río, cultivan cacao y proponen una cocina arraigada a esta excepcional región. Solo el chocolate casero, negro y amargo, bien merece el desvío.
El Pura Vida, en Sainte Luce, es un restaurante de ambiente latino que fusiona lo mejor de las cocinas criolla y sudamericana, con especial énfasis en la elección de la materia prima y en el respeto de los sabores. En opinión del autor de este artículo, la mejor comida de Martinica —¡un auténtico flechazo!—.
Un jardín cautivador
Prohibido marcharse de Martinica sin dar un paseo por el jardín de Balata, al norte de Fort-de-France. Enroscado en el corazón de lluviosas crestas, este jardín de jungla y flores es toda una explosión de colores. Podréis jugar a la rayuela entre los nenúfares y alcanzar las copas de los árboles cruzando puentes de lianas entre bambús gigantes; entremezclaros con los colibrís que liban los bastones de emperador; y admirar las epífitas enrojecidas que se suspenden sin raíces en el aire húmedo.
El restaurante del jardín ofrece especialidades martiniquesas en un entorno boscoso que hará las delicias de los más aventureros.
Información práctica
Cómo llegar
Hay vuelos directos a Fort-de-France desde París-CDG con Air France, desde París-Orly con XL Airways y Air Caraïbes y desde Marsella con XL Airways. El trayecto dura alrededor de nueve horas.
Dónde alojarse
En el sur, donde se concentran las mejores playas y la actividad turística. Os recomendamos alquilar un coche para recorrer la isla.
Qué llevar en la maleta
- Ropa de verano: hace calor y buen tiempo a lo largo de todo el año.
- Una prenda para la lluvia tipo K-way: en los trópicos, raro es el día en que no cae un chaparrón, aunque el sol no tarda en volver a salir.
- Gafas y tubo de buceo para practicar esnórquel.
- Repelente contra los mosquitos: como todas las regiones tropicales, Martinica sufre las embestidas de los insectos, especialmente al empezar y acabar el día.
- Un bañador Vilebrequin de tortugas, para que os dé suerte y podáis ver a estas criaturas marinas.