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LAS 10 MEJORES FUNDACIONES DE ARTE AL AIRE LIBRE

26 agosto 2019 - Destinos

El arte forma parte del ADN de Vilebrequin. Después de las colaboraciones con artistas como Jean-Charles de Castelbajac y Alex Israël, al emblema de nuestra firma, la tortuga, le toca ahora zambullirse en la parte más profunda del arte en todas sus manifestaciones. La colección de verano de 2019 es una verdadera oda a la creación. Para celebrar esta temporada tan esperada, presentamos un recorrido por el mundo artístico, que nos llevará desde Japón hasta Brasil, pasando por Sudáfrica y Nueva Zelanda. Nos espera un diálogo apasionante entre el arte y la naturaleza.

Vilebrequin - CopyRight Indagare Costa Rica

1. Las islas Naoshima, Teshima e Inujima (Japón)

Naoshima, Teshima e Inujima son tres pequeñas islas situadas en el mar Interior de Seto, más de 600 km al sur de Tokio. Conocidas como las «Islas del Arte» o las «Islas Museo», hasta ellas acuden en peregrinación los amantes del arte contemporáneo, la arquitectura y la poesía. No las visitan ni pasean por ellas, sino que se impregnan de esta utopía y entablan un profundo vínculo con ella. El diálogo entre la humildad de la vida cotidiana y ancestral, entre la creatividad del arte contemporáneo y los vestigios de un pasado histórico, entre la fuerza de los paisajes marinos y la de la arquitectura, es infinito, posible y real. Aquí no se habla nunca de fronteras, que de hecho han quedado abolidas. El lugar, creado por una familia de coleccionistas emprendedores —los Fukutake— con la ayuda del arquitecto japonés Tadao Ando, tiene algo de irracional. Estas tres islas concentran varias instalaciones de arte contemporáneo creadas in situ, varios museos y una impresionante colección de obras de arte. Richard Long, Jannis Kounellis, Bruce Nauman, James Turrell, Niki de Saint Phalle, Yayoi Kusama, Lee Ufan o incluso Christian Boltanski son algunos de los artistas expuestos.

Nuestro «amor a primera vista»:

Les Archives du Cœur, de Christian Boltanski. Desde 2008, el artista francés colecciona grabaciones de latidos de corazón por todo el mundo. Su colección, a la que podemos contribuir con nuestros propios latidos, se emite en una pequeña cabaña de madera negra situada a orillas del mar. Una obra conmovedora.

2. Alan Gibbs Farm (Nueva Zelanda)

Viajamos hasta el otro extremo del planeta, hasta la querida «tierra de la gran nube blanca» del escritor francés Charles Juliet, para visitar un parque de arte privado, la Alan Gibbs Farm. Alan Gibbs, multimillonario hombre de negocios kiwi (sobrenombre con el que se conoce a los habitantes de Nueva Zelanda, en referencia, no a la fruta, sino a la pequeña ave homónima), imaginó un lugar a su (des)medida. Así, encargó a los mejores artistas contemporáneos obras pensadas para integrarse en esta finca de una belleza natural que corta la respiración. El parque se encuentra al norte de Auckland, a orillas del puerto natural de Kaipara, una de las regiones más bellas del país. El recinto alberga obras de los artistas Bernar Venet, Daniel Buren, Neil Dawson, Anish Kapoor, Sol Lewitt, Tony Oursler, Richard Serra o Zhan Wang. En total, 22 esculturas repartidas por cuatro hectáreas de terreno. Aunque el acceso es gratuito, la visita debe reservarse con bastante antelación.

Nuestro «amor a primera vista»:

Dismembered, Site 1, de Anish Kapoor (2009). Con esta gigantesca escultura, el artista británico de origen indio trasciende la idea misma de paisaje y da luz a una dimensión completamente nueva.
Dispones de más información sobre esta obra en el sitio web de Anish Kapoor: http://anishkapoor.com/326/dismemberment-site-i-2

3. Yorkshire Sculpture Park (Inglaterra)
En 1977, Peter Murray fundó en el condado de West Yorkshire, lugar de cumbres borrascosas, la Yorkshire Sculpture Park, una fundación benéfica independiente. Este parque, situado en pleno corazón de una región de paisajes variopintos, alberga más de 80 esculturas diseminadas por 200 hectáreas de bosques, lagos, grandes praderas y verdes colinas; toda una invitación a la deambulación y la contemplación. Para caminar cómodamente durante kilómetros en plena naturaleza sin perder un ápice de elegancia, recomendamos las bermudas tipo cargo de Vilebrequin para hombre. Las obras de los artistas Henri Moore y Barbara Hepworth, oriundos del país, ocupan un lugar de honor en este inmenso jardín de estilo inglés diseñado en el siglo XVIII. Junto a ellas sin rechistar, la flor y nata del arte mundial: Andy Goldsworthy, David Nash, James Turrell, Dennis Oppenheim, Antony Gormley o Giuseppe Penone. El YSP evoluciona constantemente y aspira a ser inclusivo, educativo y lúdico, un lugar de libre acceso para todo el mundo en el que están permitidos los pícnics y los juegos infantiles. Un lugar vivo y vibrante en el que ni siquiera los más reacios al arte contemporáneo tengan ganas de marcharse sin decir Goodbye!

Nuestro «amor a primera vista»:
Idee di Pietra - Olmo, de Giuseppe Penone (2008), nos recuerda de un modo muy poético las relaciones esenciales que mantienen el arte y la naturaleza y hasta qué punto debemos cuidar de ambos.
Sitio web: https://ysp.org.uk

4. Ekebergparken (Noruega)
Abanderada del arte al aire libre, la ciudad de Oslo inauguró en 2013 su tercer museo dedicado a la escultura, el Ekebergparken. Este recinto alberga más de 80 obras de artistas contemporáneos de renombre, como Marina Abramović, Fernando Botero, Dan Graham, Jenny Holzer, Damien Hirst, Paul McCarthy o incluso Louise Bourgeois, y de otros más «clásicos», como Rodin, Dalí, Maillol o Renoir. Sin embargo, los dos aspectos que son más del agrado de los visitantes de este museo al aire libre son su emplazamiento y el hecho de que abra las 24 horas del día. Apartado del bullicio en lo alto de una colina boscosa, el Ekebergparken ofrece una panorámica excepcional. A lo lejos, la belleza natural del fiordo de Oslo dialoga con la belleza formal de la ciudad atravesada por grandiosas gestas arquitectónicas. Un preámbulo perfecto antes de descubrir una colección de obras excepcionales.

Nuestro «amor a primera vista»:
The Scream, de Marina Abramović (2013), un sencillo marco metálico ante el que, como indica el título de la obra, se invita al paseante a gritar. ¿Un homenaje encubierto al célebre Grito de Edvard Munch? Puede. En cualquier caso, se trata de una obra catártica.
Sitio web: https://ekebergparken.com

5. Château La Coste (Francia)
C'est magnifique! En Francia tenemos el lujo de contar con un lugar extraordinario: el Château La Coste. Parte del éxito de este complejo radica en su fantástica ubicación, en pleno corazón de una propiedad vitícola provenzal que mezcla garriga, campos de olivos y robles truferos. La luminosa arquitectura de su centro de arte, y su magnífica colección de obras, así como su delicioso restaurante de cocina de proximidad, su bodega diseñada por Jean Nouvel y su espléndido hotel Villa La Coste, nos han llevado a incluirlo en nuestra humilde lista. La oferta artística y cultural del Château La Coste, situado a 15 km de Aix-en-Provence, es difícilmente igualable. Nada mejor que un polo Vilebrequin para hombre para realizar el circuito a pie por los viñedos, que te llevará a descubrir obras de arte sabiamente elegidas. Esta explotación vitícola de más de 2200 años de antigüedad alberga obras de numerosos artistas. Sin embargo, el Château la Coste no ofrece vino, arte ni turismo, sino un ambicioso proyecto global, puede que incluso una filosofía de vida, a la altura de la excentricidad de su propietario, discreto a la par que perfeccionista: el irlandés Patrick McKillen.

Nuestro «amor a primera vista»:
Crouching Spider, de Louise Bourgeois (2003), engaña a la vista. Colocando esta gigantesca araña a modo de tótem, sola y como suspendida sobre un espejo de agua, el artista elimina el miedo que provoca este arácnido tan menospreciado para devolverle su grandeza y su rol fundamental en el reino animal.
Sitio web: https://chateau-la-coste.com

6. Museo Glenstone (Estados Unidos)
Una de las mayores instituciones privadas del mundo se encuentra en Estados Unidos, en la pequeña población de Potomac, situada a pocos kilómetros de Washington D. C. Abierto en 2006 por el matrimonio de coleccionistas, el museo Glenstone acoge una colección dedicada al arte moderno y contemporáneo en el corazón de los bosques de Maryland. Aquí, «uno deja tras de sí el mundo —explica el arquitecto que trabajó en la construcción de los pabellones—. Cada paso te aleja un poco más de las distracciones cotidianas». Concebido para integrarse a la perfección con el entorno natural, el museo está también pensado para ofrecer una nueva forma de conocer el arte, inspirada en el movimiento Slow Art. Esta experiencia se basa en evadirse del mundo, darse un respiro y entrar en estado de contemplación. En el proceso, descubrirás al aire libre obras de Félix González-Torres, Jeff Koons o Richard Serra, pabellones de una arquitectura inspiradora que acogen exposiciones temporales y la colección permanente, de una calidad impresionante.

Nuestro «amor a primera vista»:
Untitled, de Félix González-Torres (1992-1995), un vocabulario minimalista y conceptual para una obra de gran simplicidad poética.
Sitio web : https://www.glenstone.org

7. Inhotim (Brasil)
Megalómano para unos, humanista para otros, el magnate brasileño del mineral de hierro, Bernardo Paz, no habría podido crear Inhotim (pronunciado «iñotim») si no hubiese tenido la locura necesaria para conseguir un tesoro de tal magnitud. Pero, primero, vamos a ir familiarizándonos con el acento brasileño. Inhotim, situado a una hora de carretera de Belo Horizonte (pronunciado «bélo horizonchi»), en el estado de Minas Gerais (pronunciado «mínas yeraish»), no se creó en siete días. Bernardo Paz, demiurgo visionario, adquirió allí una parcela de terreno en los años ochenta. Por entonces, su ambición era crear un espectacular jardín botánico con la ayuda del genial paisajista brasileño Roberto Burle Marx. Había nacido el lujoso entorno que acabaría alojando en 2006 la mayor colección de arte del mundo. La lista de obras, expuestas en plena naturaleza —unas veces prácticamente ocultas y otras maravillosamente instaladas en sublimes pabellones construidos ex profeso para ellas—, haría morirse de envidia a cualquier aficionado al arte contemporáneo. Pero, más que hablar de ellas, lo mejor es acudir al lugar, liberarse de las ataduras y salir en busca de las obras de arte escondidas enfundada en una túnica de velo de algodón para mujer.

Nuestro «amor a primera vista»:
Aunque es imposible quedarse solo con una, Beam Drop, de Chris Burden (2008), resulta fascinante. Con sus 71 vigas de acero que brotan del suelo, esta obra de 1984 resulta visualmente impresionante. Además, la historia de su creación es igual de descabellada que el propio lugar: el artista se encaramó a una grúa y lanzó una a una las vigas en el cemento fresco desde una altura de 45 metros.
Sitio web: https://inhotim.org.br

8. Museo al aire libre de Lachine (Canadá)
El museo al aire libre de Lachine, situado a orillas del río San Lorenzo, a pocos kilómetros del centro de Montreal, es un lugar bastante desconocido, especialmente para los extranjeros. La razón es simple: este museo da prioridad a los artistas contemporáneos canadienses y quebequeses, cuyo trabajo no suele llegar a oídos de los europeos. El museo, inaugurado hace más de 30 años, acoge una cincuentena de obras que pueden admirarse todos los días desde que sale el sol hasta que se pone. Las obras son de gran calidad y belleza y generan en quien las ve el deseo de saber más cosas sobre los artistas. En función de la temporada, las obras pueden provocar emociones muy diferentes. En invierno, bajo la nieve, la poesía de este museo no tiene parangón.

Nuestro «amor a primera vista»:
Espace cubique ou hommage à Malevitch, de André Fournelle, un homenaje que utiliza el cuadrado, considerado la figura geométrica más pura por la corriente artística creada por Malevitch, y el cristal. De noche, iluminada, la escultura se convierte en un faro en la oscuridad.

9. Fundación Nirox (Sudáfrica)
La fundación de arte Nirox brinda al visitante, no una lección de historia del arte, sino una de historia general, ya que fue en esta región, situada a una hora de Johannesburgo, donde surgió el ser humano; en esta misma tierra, aquí, bajo tus pies. Este lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, tiene más de tres millones de años de historia, por lo que su valor universal es extraordinario. Da vértigo solo de pensarlo. La fundación Nirox, una organización sin ánimo de lucro, ocupa 15 hectáreas de esta tierra salvaje, en el corazón de la reserva privada de Khatlhampi. Cuenta con un parque de esculturas, una residencia de artistas y una sala de conciertos al aire libre, además de organizar multitud de actos para promocionar el arte. Ponte tu camisa ligera Vilebrequin en voile de algodón y dirígete al parque de esculturas para contemplar obras de arte del británico Richard Long, de los sudafricanos Willem Boshoff, Thomas Mulcaire y Frances Goodman, del italiano Valerio Berruti y de la india Priyanka Choudhary, expuestas en el corazón de esta tierra prodigiosa que ha recibido el sobrenombre de «Cuna de la Humanidad».

Nuestro «amor a primera vista»:
Wailing Wall, de Willem Boshoff (2017). A diferencia de los muros que se levantan en el mundo, el Wailing Wall de Willem Boshoff, que lleva inscrita la palabra «Jerusalén», no es un muro que divide, sino un espacio de reposo y contemplación.
Sitio web: https://www.niroxarts.com

10. La Trienal de Echigo-Tsumari (Japón)
Regresamos al país del sol naciente, no para hablar de una nueva fundación de arte que los japoneses mantengan en secreto, sino del mayor festival de arte contemporáneo al aire libre. La Trienal de Echigo-Tsumari es un acontecimiento de primer orden en el mundo del arte, abierto a todo el público durante dos meses en plena temporada estival. La última edición tuvo lugar en 2018, por lo que habrá que esperar hasta 2021 para asistir a la siguiente. Este festival, creado por Fram Kitagawa, presidente de la Art Front Gallery de Tokio, está organizado de acuerdo con un modelo único en el mundo. Uno de los objetivos de su creador es sacar del ostracismo a una región rural abandonada y movilizar a las comunidades locales. Estas últimas no solo participan en la organización, sino también en la elaboración de las obras in situ, en estrecha colaboración con los artistas, por lo que se genera entre ambos un estrecho vínculo. Los artistas ocupan lugares abandonados, escuelas cerradas y aldeas —en la última edición, se expusieron más de 380 obras en una superficie de 760 km2—. Un acontecimiento único y mágico al que bien merece la pena asistir.